ANA BENAVENT RÍOS · Biografía
Mi Nacimiento
Ana Benavent Ríos: Nací en Barcelona un 3 de marzo de 1919.
Soy hija de Emilio Benavent y de Araceli Ríos Madueño. Creo que mi vena artística me viene por parte paterna. Mi abuelo, el padre de mi padre, tenía un taller de ebanistería donde se realizaban muebles de talla y mi padre, el más pequeño de nueve hermanos, hacía los dibujos y las tallas. No obstante, su amor por la música le llevó a estudiar violín, llegando a ser músico del gran Teatro del Liceo, bajo la batuta del Profesor Lamotte de Griñón. Cuando yo tenía seis meses, mis padres se trasladaron a vivir a Manresa.
Ana Benavent y sus primeros contactos con el dibujo
Sólo tenía dos años y aún no conocía las letras del alfabeto, cuando mi padre me enseñaba a dibujar llevándome la mano. Después, él me hacía dibujos que yo copiaba. El dibujo fue, desde muy pequeña, mi verdadera pasión. Mi padre desgraciadamente murió cuando yo había cumplido los seis años, quedándome rota interiormente. Con él se fue la ilusión que yo sentía entonces por dibujar.
A esa edad, yo iba a un colegio de monjas, concretamente el Colegio de las Hnas. Carmelitas de los Infantes de Manresa. Las hermanas, enseguida, vieron mi disponibilidad para el dibujo. Pero la situación económica en que había quedado mi madre, después de la muerte de mi padre, no le permitía otros gastos, ya que tenía que pagar el colegio a mi hermano Vicente y a mí. Posteriormente, en mi adolescencia, mi madre prefirió que canalizara mis estudios hacia la parte administrativa, por lo que aprendí, contabilidad, mecanografía y taquigrafía.
Cuando yo tenía nueve años y vivía en Manresa, hicimos con mi madre y mi hermano un viaje a Barcelona y en la Plaza de Cataluña, vi por primera vez la “Dehesa” de Clará. Aunque yo era muy pequeña todavía, esta obra me impactó sobremanera. Fue como un mensaje para mí, pues a partir de mi admiración al contemplar esta magnífica obra, sentí deseos de ser escultora.
Ana Benavent en la Escuela Superior de Bellas Artes
Cuando fui mayor y viviendo en Manresa, me coloqué en una oficina. Por las noches y en los días festivos, realizaba dibujos, unas veces de imaginación y otras veces copiando del natural paisajes y retratos de mis amigas. Más tarde, logré entrar en una academia nocturna de dibujo. Mi profesor, el Sr. Hurtado, viendo mis avances, me sugirió que me matriculara en la Escuela Superior de Bellas Artes de Barcelona.
Un año más tarde pedí a mi empresa el traslado a Barcelona para poder ingresar en la referida Escuela. Cuando me concedieron el traslado, habían pasado algunos años y yo ya tenía veinticinco. El horario de trabajo, en mi oficina de Barcelona, sólo me permitía asistir a las clases nocturnas de dibujo.
En la Escuela Superior de Bellas Artes hice cinco cursos de dibujo.
Presenté algunas de mis obras en diferentes galerías. Gane varios premios, entre ellos del F.A.C. Esto me animó para continuar con mi trayectoria artística, estimulada también por el escultor Sr. Marés, entonces Director de la Escuela Superior de Bellas Artes.
Por esas fechas, llevaba algunos cuadros a las Galerías Pallarés, hoy desaparecidas. La Sra. Pallarés me encargó su retrato. A raíz de este retrato, la Sra. Pallarés me propuso pagarme los estudios en Roma y también otro mecenas que había visto algunas de mis obras. En esta misma época, el escultor Sr. Marés también me ofreció una beca de estudios.
Aunque esto era mi mayor ilusión y lo que culminaba mis verdaderos deseos de dedicarme al Arte, tuve que renunciar a estos generosos ofrecimientos a causa de que mi madre, que había hecho tantos sacrificios por mi hermano y por mí, había caído enferma. Por otra parte, yo tenía relaciones con mi actual esposo y este me aconsejó que primero nos casásemos y así, libre de mi trabajo, podría terminar mis estudios.
Un alto en el camino
Al segundo mes de mi boda, quedé embarazada y con un embarazo muy malo que me impedía asistir a las clases de Profesorado. A los once meses de matrimonio nació mi hijo Augusto. Tuve que dedicarme por entero a mi hijo recién nacido, a mi madre, a mi esposo y a mi hogar. En este caso, la renuncia a seguir mi vocación artística, no fue tan dolorosa como la anterior. Un hijo siempre llena el corazón de una madre.
Cuando mi hijo tuvo tres años y medio, pensé que ya era hora de sacarme el Profesorado de Dibujo en Bellas Artes y lo logré. Comencé a hacer retratos y me presenté en varias exposiciones ganando algunos premios. Al quedar de nuevo embarazada y ser mi segundo embarazo peor aún que el primero, exigiéndome hacer muchas horas de cama por el riesgo a perder el niño, tuve que renunciar de nuevo a mis actividades artísticas.
Después del nacimiento de mi hijo Jorge, estuvimos una temporada en Madrid, donde mi esposo tenía un empleo de administrativo. Cuando volvimos a Barcelona, los cuidados dedicados a mi pequeño hijo se enlazaron con los que tenía que dedicar a la salud de mi madre, que había sufrido una embolia cerebral, siéndome imposible la dedicación a mi arte.
Ana Benavent y su admiración por Josep Clará
Ana Benavent, siempre sintió el deseo de conocer personalmente al escultor Josep Clará. Cuando todavía era soltera y estudiaba dibujo, a través de una compañera de Bellas Artes llegué a conocerlo. Cuando le conocí, aunque ya era un hombre bastante mayor, su personalidad también me impactó.
El escultor Clará, era un hombre, bajito, dulce de carácter, que respiraba una gran serenidad y bondad. Era idealista y soñador. Gustaba contar anécdotas de su vida. Recuerdo que él me explicó su amor platónico por la gran bailarina Isadora Duncan, su musa inspiradora durante su estancia en París. Mientras Clará me explicaba esto, se emocionaba con su recuerdo al hacer mención de su trágica muerte a causa del estrangulamiento por su chal enrollado en su garganta y en las ruedas de su coche. Me contaba que, tantos hombres que la habían amado y que ella había amado a su vez, ninguno de ellos estuvo velándola en su lecho de muerte. Él fue la única persona que estuvo velándola durante toda la noche.
Clará había hecho, en vida de Isadora Duncan, una colección de dibujos mientras danzaba con sus velos al viento o envolviendo su preciosa figura, pero lo mejores dibujos a su amada, fueron realizados por Clará durante la noche del velatorio. Clará me mostró estos dibujos y, ciertamente, eran maravillosos. Mientras me comentaba estos recuerdos, iba haciendo varios dibujos de mi rostro y de mis expresiones. Era un artista que no cesaba de crear mientras hablaba.
Como anécdota de Clará, no muy conocida, he de referir el hecho que Clará iba trabajando en la lápida de su propia tumba y como si fuera un presagio, cuando la tuvo terminada, con ayuda de un albañil, fue él mismo a colocarla en el Cementerio de Montjuic. Curiosamente, Clará murió al día siguiente.
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¿Porqué me hice escultora?
Primero, por la influencia del arte escultórico de Clará y segundo, porque me identificaba y me gustaba mucho la escultura. Me atraen mucho los volúmenes y las formas, aunque no dejo de sentir también atracción por los colores y la expresión de la cara en el retrato.
Cuando mis hijos ya eran mayorcitos y mi madre, después de tenerla enferma durante muchos años murió a consecuencia de un infarto, al sentirme ya libre para poder realizar mi vocación de escultora, me matriculé a los cincuenta y un años, en la Facultad de Bellas Artes de Barcelona para iniciar mi carrera de escultura.
Hice los cinco cursos de la carrera con excelentes notas, a pesar de mi artrosis que me impedía a veces el manejo de los grandes pesos y de los materiales que se emplean en la escultura. Pero mi esfuerzo y tesón eran tan fuertes, que cuando trabajaba, era tal mi entusiasmo, que a pesar de mis dolores físicos, me sentía compensada al ir viendo la realización de mi obra..
Mi tesina de fin de carrera, la hice sobre la personalidad de José Clará y se tituló: «Clará y su obra».
Como escultora, he realizado varias exposiciones, entre ellas una colectiva en el Palacio de la Virreina, en Autopistas del Mediterráneo, en la Casa Elizalde del Ayuntamiento de Barcelona, en la capilla del antiguo Hospital de la Santa Cruz; una exposición individual en la Caixa d’Estalvis Laietana de Argentona, en la Caja de Ahorros de Alicante y Murcia, en la Banca Más Sardá, en la Sala Rusiñol de San Cugat del Vallés, en el Real Círculo Artístico de Barcelona, etc. Me concedieron la medalla de oro en una exposición internacional otorgada por la Academia di Paestum de Salerno (Italia).